Caballo Trípode, los frescos del barrio

La crisis no va con ellos. El grupo de Gandía ha publicado dos álbumes (Otrosí digo y Totum revolutum) a lo largo de 2011, y ya tiene grabado otro más, que podría ver la luz antes de final de año. Canciones frescas, directas y espontáneas como antídoto frente a la alarmante vulgaridad reinante en la escena local

 

La publicación de Horror vacui (2009) supuso la puesta de largo oficial de Caballo Trípode, un proyecto liderado por José María Martínez Gomar (Chemita, para los amigos) que no ha hecho más que crecer desde entonces. Eso sí, en todas direcciones y sin control alguno. Aquel disco estaba grabado casi de manera exclusiva por el propio Chemita, como Totum revolutum, uno de los dos álbumes que Caballo Trípode ha publicado este año. El segundo, titulado Otrosí digo, es producto del trabajo en formato trío. En teoría, el mismo que firmó en 2009 I need money bajo el nombre de Le Jonathan Reilly. En la práctica, sólo el dúo compuesto por Chemita y, su hermano, Andrés Panruso, ya que Johnny Contencioso, el tercer vértice del triángulo, no llegó a participar en la grabación, aunque forma parte del grupo. ¿Nos siguen?

El caso es que hay en la calle dos excelentes vinilos de Caballo Trípode (publicados por Holy Cobra Society y Discos Humeantes). «La diferencia es que los que tienen título en latín los he grabado solo, en casa», aclara Chemita. «Es una coincidencia que salieran al mismo tiempo. Pensé que podía ser un problema para los sellos, pero ambos estuvieron dispuestos a editarlos. “Totum revolutum” es más lo-fi, más loco, mientras que “Otrosí digo” es más clásico».

 

 

VUELTA AL ESTUDIO

Lo mejor del caso es que ya tienen otro Lp a punto. «Hemos grabado nueve canciones en dos horas y media. Batería, guitarra y voz en directo. Ahora, a partir de esa base, yo meteré las voces en casa, lo mezclaré y añadiré los arreglos necesarios. La idea es editarlo lo antes posible. Quizá se llame “Más heavy que el viento”. Nos gusta recurrir al humor. Es un disco con mala uva, está más cerca de Le Jonathan Reilly que de Caballo Trípode. Queremos ser prolíficos, es la única manera de marcar la diferencia. En un momento en que todo se descarga, vamos a sacar dos discos por año».

Material no les falta. «Como tengo el estudio en casa, engancho la guitarra y grabo de inmediato. Enseguida me doy cuenta de si debo seguir con una canción o no, y desecho muchísimas cosas. Ahora tengo unas doscientas cincuenta canciones, de las cuales ciento cincuenta no las va a oír nunca nadie. Pero me sabe mal no grabarlas. Son como hijos con taras, que no dejan de ser tus hijos igualmente».

Esa forma de trabajar se traduce en grabaciones tremendamente frescas y espontáneas. «Es nuestra principal premisa. La frescura, la urgencia, la prisa por grabar. Es uno de los adjetivos que más me gusta que nos apliquen. En todos nuestros discos hay errores, no hay problema con eso. Preferimos que se note la espontaneidad. Bob Dylan ensayaba las canciones dos o tres veces y se metía a grabar. Sus temas tienen muchos fallos, pero son increíbles».

 

BUENO Y BREVE

Parte de esa inmediatez que destilan los discos tiene que ver con la brevedad de las canciones. «Es una paranoia. Hay un tema nuevo que dura tres minutos y veinte segundos y nos entró un sofocón pensando que era muy largo. Era como una opera rock, o una opereta. No es pose, sino algo en lo que coincidimos los tres. Y si el disco se te hace corto, póntelo otra vez».

Actitud y sonido que podría emparentarles con Daniel Johnston, de quien han versioneado “I’m gonna buy me a car” (en Otrosí digo). «No es que sea uno de nuestros artistas de cabecera, pero vimos un documental sobre él y nos gustó mucho. Escuché la canción un par de veces, me puse a componer y me salió un tema muy parecido, así que, en vez de copiarlo, decidimos hacer la versión, pero podíamos haber hecho cualquier otra. Funcionamos mucho por impulsos». Y que les dure. Pese a su caótica filosofía organizativa, han logrado insuflar algo de aire fresco en la viciada escena local.

 

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